En las semanas transcurridas desde su desgraciada confrontación con Donald Trump, el presentador de Univisión/Fusion Jorge Ramos ha hecho todo lo posible para asegurar que su relato de lo ocurrido permanezca fresco en la mente de los medios de prensa dominantes. Pero las declaraciones que hace mientras sigue sacándole el jugo al incidente revelan inconsistencias que no se pueden dejar de examinar.
Ramos apareció recientemente en el programa Fresh Air de NPR para hablar de Trumpagedón entre otras cosas (este es el enlace al audio y a la trascripción de la entrevista). Siempre es fascinante oír algunos de los pensamientos que escapan del universo paralelo de Ramos y se filtran en el nuestro, como esta cita de la entrevista en la que, incidentalmente Ramos empuja con todo:
JORGE RAMOS: Esto fue un ataque contra la libertad de prensa en los Estados Unidos.
El "esto" en cuestión, desde luego, fue su expulsión cuidadosamente coreografiada de la conferencia de prensa de Donald Trump el 25 de agosto en Iowa (y si usted no lo ha hecho ya, haga clic en el enlace y oiga de primera mano). Clasificar esa confrontación como un ataque a la libertad de prensa es un elemento importante de la rutina teatral del martirio de Ramos, así como de la imagen que proyecta de defensor de la libertad de prensa contra el autoritarismo.
El problema es que Ramos ha permanecido fríamente silencioso ante varios asaltos verdaderos contra la libertad de prensa aquí mismo, en el país.
Cuando James Rosen (Fox News) fue nombrado por el Departamento de Justicia como co-conspirador delictivo en un caso de espionaje en 2010, el FBI obtuvo una orden judicial para apoderarse de su correo electrónico y de los registros de sus conversaciones telefónicas, así como rastrear sus movimientos hacia y desde el Departamento de Estado. No hubo ni la menor reacción de Ramos, ni en su sitio web ni en su prolífica cuenta de Twitter.
La noticia del escándalo de la grabación de las comunicaciones telefónicas de la AP mereció apenas un par de tuits, pero ninguna denuncia ni expresión de indignación aparte de presentar el suceso como parte de “una semana mala para la Casa Blanca”.
Supongo que es lindo que Ramos defienda a sus colegas mexicanos desde atrás de la seguridad que le ofrece nuestra Primera Enmienda. Ciertamente es su derecho. Sin embargo, ese derecho demanda que se lo defienda todas las veces, no solo cuando es seguro o queda cómodo o cuando los opresores no son nuestros aliados de inmigración. Cualquier cosa menos que eso es simplemente hipocresía.